jueves, 19 de noviembre de 2009

Biotecnologia



Transgénicos en Costa Rica




Desde 1991, en Costa Rica se han sembrado cultivos transgénicos, estos cultivos han aumentado considerablemente en comunidades donde se han estado liberando irresponsablemente, como en Cañas, Liberia, La Rita de Guápiles y Upala. Las empresas y organismos que experimentan con la biotecnología en Costa Rica son: Semillas del Trópico, Semillas Olson, Delta and Pine, Centro de Investigación en Biología Molecular de la UCR y CORBANA. Estos cultivos se utilizan para la producción de semillas y no para consumo humano. Los permisos han sido otorgados por la Comisión Nacional de Bioseguridad del MAG, sin la debida participación de la sociedad civil, que desconoce sobre los riesgos que este tipo de biotecnología presenta.
Entre los transgénicos sembrados en Costa Rica se encuentran algunas variedades de algodón que producen la toxina del Bacillus turingiensis (BT), que es un hongo usado para controlar insectos y plagas. La contaminación genética es una agresión planificada por parte de las corporaciones biotecnológicas.
La contaminación genética impone modelos tecnológicos y sistemas de propiedad intelectual que van en beneficio del interés corporativo y sus modelos de expansión agroindustriales, en perjuicio de la biodiversidad agrícola y comunidades locales (http://www.cosmovisiones.com).
En Costa Rica, aunque la ley prohíbe la producción para el consumo, los últimos gobiernos propician el desarrollo de cultivos experimentales (banano, arroz, tiquizque y ayote) para buscar variedades genéticas resistentes a plagas como la sigatoka negra y autorizan cultivos de algodón, maíz y soya para la exportación de semillas. Los cultivos son desarrollados por las transnacionales para cultivar semillas que son comercializadas fuera del país (MAG, 2005).
Los experimentos y cultivos de semillas generan temor de que los productos desplacen a los cultivos tradicionales y dañen el suelo al mezclarse con otras especies, mediante el viento o polinización natural. Mientras algunos sectores empresariales y científicos insisten en que los transgénicos no presentan riesgos negativos, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en su informe para América Latina GEO-2003, hace un llamado a la precaución.
El gobierno está favoreciendo los intereses de las empresas biotecnológicas, en vez de proteger los intereses de los agricultores, defender la salud de los consumidores, cuidar el maltratado ambiente y escuchar el sentir de la opinión pública.
Agroecología: alternativa sostenible
Los cultivos transgénicos son incompatibles con los modelos agroecológicos sostenibles que tienen efectos sociales muy positivos sobre las comunidades rurales, el ecosistema, la salud y la economía social.
No hay necesidad de los cultivos transgénicos para alimentar a los hambrientos o para vitalizar la economía nacional. Ni siquiera hay necesidad de recurrir a venenos tóxicos para combatir plagas o de causar algún daño ambiental para hacer agricultura.
Revista Biocenosis / Vol. 21 (1-2) 2008 34
La agricultura sostenible propone que los países en desarrollo deberían propiciar un modelo agroecológico que enfatice en la biodiversidad, el reciclaje de nutrientes, la sinergia entre cultivos, animales, suelos y otros componentes biológicos, así como en la regeneración y conservación de los ecosistemas (Altieri, 1999).
Una esperanzadora revolución agroecológica está arropando el mundo, en países pobres y ricos por igual. Agrupaciones de sociedad civil, movimientos de base, pueblos indígenas, intelectuales progresistas, científicos comprometidos y muchos otros sectores se están organizando y están educando y movilizándose contra los cultivos transgénicos y en pro de una agricultura socialmente justa y ecológicamente sana.
La agricultura orgánica es un conjunto de prácticas y conceptos encaminados a unir la producción de alimentos saludables con la protección ambiental. En ella se elimina el uso de sustancias tóxicas (insecticidas y herbicidas), las cuales han sido científicamente vinculadas a la destrucción ambiental y a las enfermedades degenerativas en seres humanos. Algunos estudios han comprobado que las fincas orgánicas pueden ser tan productivas como las convencionales, pero sin el empleo de agroquímicos (Altieri, 2004). También consumen menos energía, a la vez que conservan los suelos y el agua.
Los métodos de la agricultura sostenible se sirven extensamente de conocimientos indígenas y tradicionales y enfatizan la experiencia e innovación del agricultor. Esto provoca que se utilicen recursos locales apropiados, de bajo costo, también mejora el estatus y autonomía del agricultor y las relaciones sociales y culturales en las comunidades locales. Además, los alimentos orgánicos son más altos en vitamina C, tienen más minerales y compuestos que combaten el cáncer, las enfermedades del corazón, las disfunciones neurológicas relacionadas a la vejez y tienen niveles significativamente menores de nitratos tóxicos.
Para que beneficie a los campesinos pobres, la investigación y el desarrollo agrícolas deberían operar sobre la base de un enfoque “de abajo hacia arriba”, usando los recursos disponibles: la población local, sus conocimientos y sus recursos naturales nativos. Deben tomarse muy en serio las necesidades y condiciones de los pequeños agricultores, por medio de métodos participativos. Así, desde la perspectiva del agricultor pobre, las innovaciones tecnológicas deben:
• Ahorrar insumos y reducir costos.
• Reducir riesgos.
• Expandirse hacia las tierras marginales frágiles.
Revista Biocenosis / Vol. 21 (1-2) 2008 35
• Ser congruentes con los sistemas agrícolas campesinos.
• Mejorar la nutrición, la salud y el ambiente.
Conclusiones
La agricultura, que estaba subordinada al capital industrial en la década de los 80, a través de la agroindustria de alimentos e insumos para agricultura, ahora está controlada por los intereses del capital financiero internacional, que actúa con una lógica mucho más rápida y concentra acciones en las empresas más lucrativas, conformando grandes monopolios y empresas transnacionales.
Se manifiesta la reconcentración de la tierra en pocas manos, cada día aumentan los conflictos por su tenencia y, aunque existen tierras públicas, los gobiernos no implementan procesos de reforma agraria y solo ofrecen como alternativa la mercantilización de la tierra.
Emerge una redivisión internacional del trabajo, compartida por las 500 empresas más grandes del mundo y por los gobiernos que se someten y que más que defender los intereses de sus pueblos, defienden los propios.
Como efecto de ese movimiento de capital hay una concentración y centralización de esas empresas que actúan en todo el mundo. Este capital no sólo trata de controlar el comercio, las materias primas y las industrias como hace muchos años, sino que ahora busca establecer un patrón de alimentación en todo el mundo, para conseguir unificar los hábitos alimentarios y lograr tasas de lucro más altas. Ello en la medida que la población va siendo inducida y manipulada a comprar y alimentarse con los mismos productos, independientes de los países donde residen.
Bajo este modelo, se excluye la agricultura familiar y campesina y sólo sobrevive un pequeño sector de campesinos sometidos a la agroindustria y a la exportación. El capital no tiene más interés en ser propietario de tierra, ahora quiere ser propietario privado de la biodiversidad, el agua y las semillas y la nueva consecuencia es que utiliza la biotecnología como una forma de aumentar la explotación sobre los campesinos y una forma de aumentar la productividad agrícola por hectárea. Si el modelo agrícola del gran capital se consolida, millones de campesinos en todo el mundo serán desalojados.
El deterioro que sufre el sector agrícola en los países de América Latina, como consecuencia de la aplicación de las políticas neoliberales, acrecienta la dependencia alimentaria de los pueblos y agrava los problemas ambientales.
Deben desarrollarse regímenes de regulación controlados públicamente, para monitorear y evaluar los riesgos sociales y ambientales de la biotecnología (Webber, 1990), mediante la participación social en las decisiones y con el fin de que los intereses corporativos estén bajo un control público más estricto.
La visión reduccionista de la naturaleza y la agricultura, promovida por la biotecnología moderna, debe ser revertida por un enfoque más holístico de la agricultura, para asegurar que las alternativas agroecológicas no sean ignoradas y que sólo se investiguen y desarrollen aspectos biotecnológicos social y ecológicamente aceptables. Es necesario enfrentar efectivamente el reto y la realidad de la ingeniería genética, las compañías de biotecnología deben sentir a los movimientos ambientalistas, laborales y campesinos para que reorienten su trabajo en beneficio de toda la sociedad y la naturaleza. El futuro de la investigación biotecnológica está determinado por relaciones de poder y no hay razón para que los agricultores y la sociedad en general, si se les otorga suficiente poder, no puedan influir en la dirección de una biotecnología con metas sostenibles.
REFERENCIA:
Cultivos y alimentos transgéniCos: una aproximaciónecológica, Róger Martínez Castillo*